VIERNES SANTO: LA SANACIÓN INTERIOR


 

En la conmemoración de la muerte de Jesús en la cruz, lo que me nace es escribir un post como creyente

Esta mañana he recordado uno de los cuadros que más me impresionó el día que recorrí por primera vez, allá por el 2001, El Prado de Madrid: El Cristo Crucificado de Velázquez. 

La soledad, la desnudez y el sentimiento de abandono de este pobre muchacho, ajusticiado en la Palestina romana hace dos milenios, me sobrecogió sobremanera. 

Estoy convencido: Cristo crucificado es el paradigma de todas las víctimas de la historia. Todos y todas podemos identificarnos con él.

Tengo que reconocer que en mi proceso de recuperación del abuso, mi fe personal en Jesús ha sido un factor decisivo de sanación interior

Sí, sanación interior. Los que hemos sufrido una relación abusiva la necesitamos.

La víctima de un narcisista, o de un psicópata integrado, arrastra una serie de “heridas psicológicas”, de “memorias” dolorosas, que inciden en su salud emocional. La experiencia de no-amor, de hostilidad y desprecio, típicas por ejemplo de las fases de devaluación y descarte, deja hondas secuelas en su psiquis. La persona que lo sufre ha sido condicionada, a través de diversas tácticas de violencia psicológica, a no creer en misma, a sentirse no digna del amor y la atención que necesitamos los seres humanos como nutrientes para la vida. Está como paralizada bajo las garras de su depredador. 

¿Puede la fe contribuir a curar estas heridas? Sí, doy testimonio de ello.

Por una parte, a la luz de la fe se nos va revelando nuestra identidad más honda y verdadera. La versión “en negativo” que ha reflejado de nosotros mismos el abusador, queda vencida por aquella verdad que supera toda otra verdad: somos hijos e hijas de Dios, tenemos una dignidad única, estamos llamados a una vida plena, a vivir en comunión de amor solidario con los demás, a amar y ser amados. Esta es la verdad que nos hace libres. 

El abuso, el narcisista y cualquier otra forma de abuso entre los seres humanos, al atentar contra este concepto de dignidad humana, contradice de plano la experiencia de la fe. 

Lo diré como lo pienso: Es una grave tergiversación de la fe, el pretender justificar una relación abusiva en nombre de Dios o de la religión. Lamentablemente, muchas víctimas son manipuladas y se les hace creer que deben soportar, dada su condición de creyentes, situaciones tan lesivas como el tratamiento silencioso o el gaslighting, que dañan gravemente su integridad emocional y psicológica.

Personas bien intencionadas, incluso consejeros y líderes espirituales, desconocedoras de la realidad del abuso narcisista o psicopático, terminan imponiendo a las víctimas una carga insoportable, que contradice enormemente los principios básicos de la fe que ellas mismas dicen profesar. 

Nadie tiene que sentirse obligado a convivir con un personaje que se comporta como un depredador, y que desconoce continuamente la dignidad de los otros. Y si alguien creyente está atrapado con alguien con este perfil, debe escapar de inmediato de sus garras, y debe hacerlo en nombre de su fe. 

Se impone aquí el discernimiento. Una cosa son las dificultades típicas de las relaciones humanas, y otra la experiencia del abuso narcisista. Apelar a la resignación cristiana, o al valor redentor de la cruz, para inducir a alguien a que acepte una relación abusiva que la está minando y que atenta contra su dignidad, contradice la fe y convierte a la religión en una experiencia de sometimiento, de negación de la vida. 

En una religión así yo no puedo militar. 

Pero, como dije al principio, mi fe en Jesús ha sido una experiencia liberadora, ella me ha ayudado a descubrir mi verdadero rostro como ser humano y lo que Dios me pide. Vivir infravalorados, deprimidos, aplastados, contradice el querer de Dios sobre ti y sobre mi. Él odia toda forma de esclavitud y de dependencia entre las personas. 

Dios, que nos creó libres, quiere que conquistemos y defendamos nuestra libertad, frente a cualquier condicionamiento que atente contra nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios.

Además de este descubrimiento de nuestra identidad original, un camino que se abre de experiencia de sanación y liberación es la oración. Como ejemplo de ello, he querido compartir con ustedes esta plegaria compuesta por el padre Emiliano Tardif, un sacerdote carismático que conocí en mi juventud en Venezuela. Si eres creyente te invito a rezarla a solas y despacito, mejor en voz alta, haciendo tuya cada palabra que pronuncies

Orar es abrirse a la experiencia del amor que nos cura y nos transforma. 

Un abrazo para todos,


@LibresDelNarcisista


SANACIÓN INTERIOR


Padre de bondad, Padre de amor,
te bendigo, te alabo y te doy gracias
porque por amor nos diste a Jesús.
Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu
comprendemos que El es la luz, la verdad y el buen pastor,
que ha venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia.

Hoy, Padre, me quiero presentar delante de Ti, como tu hijo o tu hija.
Tú me conoces por mi nombre.
Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida.
Tú conoces mi corazón y conoces las heridas de mi historia.
Tú conoces todo lo que he querido hacer y no he hecho.
Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome.
Tú conoces mis limitaciones, errores y mi pecado.
Conoces los traumas y complejos de mi vida.

Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a Tu Hijo Jesucristo,
derrames Tu Santo Espíritu sobre mí,
para que el calor de tu amor sanador,
penetre en lo más íntimo de mi corazón.
Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas
sáname aquí y ahora de mi alma, mi mente,
mi memoria y todo mi interior.

Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en aquella casa
donde estaban tus discípulos llenos de miedo.
Tú te apareciste en medio de ellos y les dijiste:
"Paz a vosotros".
Entra en mi corazón y dame Tu paz.
Lléname de amor.
Sabemos que el amor echa fuera el temor.
Pasa por mi vida y sana mi corazón.

Sabemos, Señor Jesús,
que Tú lo haces siempre que te lo pedimos,
y te lo estoy pidiendo con María mi Madre,
la que estaba en las bodas de Caná cuando no había vino
y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino.

Cambia mi corazón y dame un corazón generoso,
un corazón afable, un corazón bondadoso, dame un corazón nuevo.
Haz brotar en mí los frutos de tu presencia.
Dame el fruto de tu Espíritu que es amor, paz, alegría.
Haz que venga sobre mí el Espíritu de las bienaventuranzas,
para que pueda saborear y buscar a Dios cada día,
viviendo sin complejos ni traumas
junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis hermanos.

Te doy gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en mi vida.
Te doy gracias de todo corazón porque Tú me sanas,
porque Tú me liberas, porque Tú rompes las cadenas y me das la libertad.
Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de Tu Espíritu
y este templo no se puede destruir porque es la Casa de Dios.
Te doy gracias, Espíritu Santo, por la Fé.
Gracias por el amor que has puesto en mi corazón.
¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y Uno!
Bendito y alabado seas, Señor.


Por el Padre Emiliano Tardif

FUENTE: Tomado del folleto 
Jesús está vivo, publicado por la Comunidad "Siervos de Cristo Vivo" en Miami, USA

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